lunes, 12 de enero de 2009

LA MORA ENCANTADA

ó LA MANSABORÁ

Esta leyenda tiene su justificación histórica en el hecho de la reconquista cristiana de Cáceres por el rey leonés Alfonso IX en 1229, y aunque está considerada como la leyenda por antonomasia de Cáceres, le falta arraigo popular por carecer de antigüedad, tergiversar la fecha de la reconquista y ser fruto de un romanticismo decimonónico idealizador de acontecimientos históricos que los transforma en sucesos mágicos y sobrenaturales muy alejados de la realidad.


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Todos estos supuestos se dan en la leyenda de la Mora Encantada, desconocida para nuestros historiadores más antiguos, y ausente del folklore de la ciudad, siendo su trama deudora de la leyenda de Bécquer, La Cueva de la Mora, en la que está presente la ciudad fortificada, el guerrero cristiano enamorado de la dama mora que le corresponde con locura, el pasadizo secreto por donde penetran las huestes cristianas y el encantamiento de la mora. Tampoco parece muy distante de otro mágico relato, más próximo a nosotros, conocido como la Leyenda de Floripes, la bella agarena del castillo de Alconétar, cuya torre es visible todavía sobre las aguas del embalse de Alcántara, fantástica recreación de la comedia de Pedro Calderón de la Barca, La Puente de Mantible.
El desarrollo de la trama de la Mora Encantada, se produce, no en la fecha de la reconquista de Cáceres, hecho ocurrido el 23 de abril de 1229, día de San Jorge, sino el 24 de junio del mismo año, día de San Juan, cuya mágica noche enlazaba con las antiguas prácticas supersticiosas y en la que todos los pueblos saludaban al solsticio de verano con grandes fiestas religiosas y celebraciones paganas. Noche fantástica, de conjuros, aquelarres y encantamientos; noche creadora de extrañas leyendas.
La Mora Encantada, debió ser creación de la primera mitad del siglo XIX, con cierta popularidad y festejo en el último tercio del mismo siglo y principios del xx, consiguiendo avivar la curiosidad de gran parte de la población en aquellos años que la celebraba con gran espontaneidad y primitivismo, pero no en la noche de San Juan, fecha de la leyenda, sino en la de San Jorge, fecha de la reconquista.

La Leyenda

Nuestra leyenda se enmarca en el asedio de Cáceres por las tropas cristianas del rey de León, Alfonso IX, durante el mes de abril de 1229, cuando nuestra ciudad era gobernada por un soberbio y orgulloso Caíd, atrincherado en el Alcázar, situado en el punto más elevado de ella.
Mientras el ejército cristiano luchaba inútilmente por abrir una brecha en las sólidas defensas árabes, la bella hija del Caíd, rodeada de lujos y comodidades, se enamoró de un apuesto capitán del rey cristiano con el que se veía todas las noches gracias a una galería subterránea excavada entre el Alcázar y los terrenos del actual Monasterio de San Francisco de la ciudad Cosardala calleja de Mansaborá (Mansa-Alborada' vía le-acceso a la Fuente Fría).
El fingido amor del capitán era disimulado por los reiterados juramentos que todas las noches hacía a la enamorada mora, hasta que conoció la entrada y se hizo con la llave que comunicaba el Alcázar con la galería de salida de la ciudad. El fementido capitán, a las 12 de la noche de la víspera del día 23 de abril, festividad de San Jorge, rodeado de lo más selecto del ejército, se introdujo en el pasadizo secreto para atravesarlo, y abriendo la puerta de acceso al Alcázar segó la vida de sus guardias, mientras el grueso de las huestes cristianas, aprovechando el desconcierto originado y la oscuridad de la noche, derribaron la Puerta de Coria o del Socorro, bautizada así en la leyenda por la ayuda a los atacantes del Alcázar, y se apoderaron de la ciudad acuchillando a sus valientes defensores, que de no ser por tal engaño hubieran prolongado el sitio cristiano durante varios meses.
El Caíd, deshonrado por la traición de su hija, antes de morir en la refriega, la encantó convirtiéndola en gallina para que viviera permanentemente en la galería secreta, y al oír la primera campanada de las 12 de la noche de la víspera del día de San Juan saliera la enamorada dama en su forma femenina, con un séquito compuesto por una gallina de oro y doce polluelos del mismo metal, con plumas de zafiros, diamantes y otras piedras preciosas, para recorrer silenciosa y triste las calles viejas de la ciudad y el entorno de la Fuente Fría, hasta su recogida en espera del año próximo, siendo la creencia popular que al vecino que se apoderase de uno de los polluelos y lo llevase siempre consigo, la riqueza y prosperidad le acompañarían durante toda su vida.

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