miércoles, 14 de enero de 2009

LA SERRANA DE LA VERA


Cuenta la leyenda que una buena moza de la zona de la Vera sufrió varios desengaños amorosos que la llevaron a perder su fe en los hombres, y a resguardarse en las montañas para no sufrir nunca más.


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La muchacha desapareció por completo al igual que los hombres que pasaban por las montañas.

Ella les tentaba y seducía con palabras y gestos, los llevaba a la cueva donde les ofrecía una suculenta cena además de otros placeres carnales. Una vez descansados ella los mataba en venganza al sufrimiento que padeció, y transformaba sus huesos y calaveras en utensilios de la vida cotidiana. Además clavaba cruces por sus almas a modo de enterramiento.

La figura de la Serrana ha dado lugar a todo tipo de conjeturas y especulaciones sobre diferentes jóvenes nobles de la época que habitaron en la zona. Además de haber inspirado a Luis Vélez de Guevara, escritor del siglo de oro que la muestra como una heroína, una mujer avanzada y libre.

Tan popular y misteriosa es la figura de la Serrana que el pueblo de Garganta la Olla le tiene dedicada una estatua en su honor, además de varias versiones en romance sobre la leyenda.

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lunes, 12 de enero de 2009

EL DRAGÓN


Un mozo de un pueblecito de Extremadura salió en busca de aventuras por esos pueblos de Dios. Como era valiente, le llamaban Valentín. Al pasar por un puente, paró a comer algo de la poca merienda que llevaba, y vio aparecer tres hermosos perros, que se echaron, acariciándoles. Él les dio algo de su merienda, y los perros se fueron con él, bautizándolos con el nombre de Collar de Oro, Collar de Plata y Collar de Bronce.


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Acompañado de sus tres perros llegó a una ciudad, donde encontró a sus habitantes llorosos y tristes. Preguntó qué pasaba, y le contestaron que en una cueva de los alrededores vivía un maldito y enorme dragón de siete cabezas que sólo se mantenía de carne humana, y todos los días se comía una moza, y que aquel día le tocaba comerse a la princesita hija del rey, a quien todos querían mucho por su belleza y su bondad.
En aquel momento oyeron que un pregonero publicaba un bando del rey, diciendo que aquel que matase al dragón se casaría con la princesa, su hija, y sería el único heredero de su inmenso y rico reino. Se animó el mozo al oir esto, pues ninguna aventura mejor que ésta, y, queriendo conseguir premio tan valioso, cogió sus tres perros y con ellos se fue en busca del dragón. Llegó a la cueva de éste en el momento que el dragón salía y se dirigía a la ciudad a comerse a la princesa. Animoso y valiente nuestro mozo, en vez de acobardarse a la vista de aquel enorme dragón que daba espanto a quien miraba, llamó a sus perros, diciéndoles:
-¡Ahí con él, Collar de Oro: ahí con él, Collar de Plata: ahí con él, Collar de Bronce!
Los perros, como tres fieras, se tiraron al dragón, y Collar de Oro se llevó tres cabezas, Collar de Plata otras tres y Collar de Bronce la otra restante. Contentísimo Valentín, cogió las cabezas y las sacó las lenguas, que guardó en su zurrón, abandonando las cabezas sin lengua.
Un príncipe aspirante a la mano de la princesita, que había visto cómo los perros de Valentín habían matado al dragón y que el mozo había quedado allí las cabezas, cogió éstas, se las llevó al rey y dijo que él sólo había matado el dragón, y había, por lo tanto, conseguido la mano de la princesita. Se la dio el rey, y en seguida se celebraron las bodas, con grandes festejos y alegría.
Pero Valentín, que no tenía un pelo de tonto, el día que se celebraba el banquete de boda llamó a sus perros, diciéndoles: -Collar de Oro, ve a palacio y tráeme el plata donde comen los novios. Collar de plata, tráeme el plato donde come el rey; y tú, Collar de bronce, tráeme el plato donde come la reina. Cumplieron los perros la orden de su amo, y por más que les persiguieron, ni les dieron alcance, ni pudieron arrebatarles los platos. Quedó Valentín muy satisfecho del éxito y de sus perritos: pero esto gustó poco al rey, quien le llamó para castigarle por la falta de respeto.
Cuando Valentín estuvo ante el rey, le dijo éste:
-¿Eres tú el dueño de los tres perros que han robado los platos de mi mesa?
-Sí, señor; yo he sido el que con los tres perros he robado los platos de su mesa, y con los mismos perros he matado al dragón y salvado de la muerte a la princesita, su hija -contestó muy tranquilo Valentín.
-Mientes -dijo el rey-, pues el príncipe que se ha casado con la princesa, mi hija, ha sido quien mató al dragón, y quien como prueba de ello, me ha traído las siete cabezas, que aquí está para demostrarlo. -Pues el príncipe ese ha engañado al rey. Quien ha matado la dragón ha sido yo con mis leales perros, y aquí están las siete lenguas que saqué de esas cabezas. Vea su Real Majestad, y se convencerá que esas cabezas están sin lengua. Las abrieron y, efectivamente, sin lengua estaban, lo que convenció al rey, quien mandó anular el matrimonio de su hija con el príncipe y ordenó encerrasen a éste en un castillo por impostor y mentiroso. Luego, como buen rey cumplidor de su palabra, dio Valentín la mano de su hija, muy contento de tener un yerno y sucesor tan valiente y listo, viviendo todos felices por muchos años. Todavía conserva Valentín las siete lenguas, por si queréis ir a verlas.
Y colorín colorao.

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CASA DEL MONO. "Un hombre con cuernos que llora, una mujer desnuda y desesperada, un simio que huye con un niño..."


Abandonamos la Plaza de San Jorge, que en su día se llamó del Marqués de Santa Marta, y nos adentramos por la Calleja del Mono, entre la Casa de los Becerra y el Solar de los Figueroa. Al llegar a la Cuesta de Aldana, girada la esquina nos encontramos ante una de las fachadas más deliciosas de la Villa antigua, la de la Casa del Mono.


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Sobre la cornisa tres gárgolas espléndidas, de un realismo inquietante, un hombre con cuernos que llora, una mujer desnuda y desesperada, un simio que huye con un niño. La leyenda hace alusión a la partida del señor de la casa a la guerra, dejando a su mujer en compañía de un mono para aliviar su aburrimiento. Al regresar el caballero a casa, encontró un niño con rasgos simiescos y, montando en cólera, acusó a su mujer de haber sido adúltera con el mono. Al intentar matar el fruto del adulterio zoorasta, el macaco salió corriendo con su hijo ante la desesperación de la madre y los cuernos del marido engañado.

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BANDERA DE SAN JORGE

Según se ha contado desde hace mucho tiempo, la reina Isabel la Católica, en una visita a Cáceres, se encargó en persona de arreglar y corregir, con aguja e hilo y sus propias manos, las distintas roturas y desmejoras que debido al paso del tiempo había sufrido la bandera que Alfonso IX, había traído en la conquista , que se había convertido en un estandarte para la villa, adoptando el nombre de San Jorge, coincidiendo la fecha de la conquista de Cáceres con el festival en honor al Santo

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LEYENDA DE LA VIRGEN DE LA MONTAÑA


Este relato, cuenta la historia de la capilla en nombre de la Virgen de la Encarnación, llamada también la Virgen de la montaña.


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La historia se remonta al siglo XVII, cuando un hombre llega luego de un largo viaje a Cáceres, llevando consigo una pequeña imagen de la virgen; Se presentó como Francisco Paniagua, se trataba de un ser muy humilde, que aseguraba tener la misión de construir un santuario para su virgen, quien lo guiaría al lugar indicado para llevar a cabo dicha tarea.
Durante los días posteriores a su arribo, deambuló por las calles de los distintos pueblos, contando su historia a la gente de cada lugar, invitándolos a contribuir económicamente para la construcción de su deseado santuario.
Encontrándose en la Sierra de las Mosca, decidió comenzar la obra en ese sitio de tanta armonía, la gente de los distintos pueblos se había visto conmovida por su historia, contribuyendo de tal modo, que las limosnas recogidas lo ayudarían a llevar a cabo su meta. La fe de esta persona, llego tan hondo en aquellas personas, que no dudaron en subir la montaña para ayudarlo en su misión, construyendo así finalmente, la capilla que dieron en llamar "Virgen de la Encarnación"

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LA MORA ENCANTADA

ó LA MANSABORÁ

Esta leyenda tiene su justificación histórica en el hecho de la reconquista cristiana de Cáceres por el rey leonés Alfonso IX en 1229, y aunque está considerada como la leyenda por antonomasia de Cáceres, le falta arraigo popular por carecer de antigüedad, tergiversar la fecha de la reconquista y ser fruto de un romanticismo decimonónico idealizador de acontecimientos históricos que los transforma en sucesos mágicos y sobrenaturales muy alejados de la realidad.


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Todos estos supuestos se dan en la leyenda de la Mora Encantada, desconocida para nuestros historiadores más antiguos, y ausente del folklore de la ciudad, siendo su trama deudora de la leyenda de Bécquer, La Cueva de la Mora, en la que está presente la ciudad fortificada, el guerrero cristiano enamorado de la dama mora que le corresponde con locura, el pasadizo secreto por donde penetran las huestes cristianas y el encantamiento de la mora. Tampoco parece muy distante de otro mágico relato, más próximo a nosotros, conocido como la Leyenda de Floripes, la bella agarena del castillo de Alconétar, cuya torre es visible todavía sobre las aguas del embalse de Alcántara, fantástica recreación de la comedia de Pedro Calderón de la Barca, La Puente de Mantible.
El desarrollo de la trama de la Mora Encantada, se produce, no en la fecha de la reconquista de Cáceres, hecho ocurrido el 23 de abril de 1229, día de San Jorge, sino el 24 de junio del mismo año, día de San Juan, cuya mágica noche enlazaba con las antiguas prácticas supersticiosas y en la que todos los pueblos saludaban al solsticio de verano con grandes fiestas religiosas y celebraciones paganas. Noche fantástica, de conjuros, aquelarres y encantamientos; noche creadora de extrañas leyendas.
La Mora Encantada, debió ser creación de la primera mitad del siglo XIX, con cierta popularidad y festejo en el último tercio del mismo siglo y principios del xx, consiguiendo avivar la curiosidad de gran parte de la población en aquellos años que la celebraba con gran espontaneidad y primitivismo, pero no en la noche de San Juan, fecha de la leyenda, sino en la de San Jorge, fecha de la reconquista.

La Leyenda

Nuestra leyenda se enmarca en el asedio de Cáceres por las tropas cristianas del rey de León, Alfonso IX, durante el mes de abril de 1229, cuando nuestra ciudad era gobernada por un soberbio y orgulloso Caíd, atrincherado en el Alcázar, situado en el punto más elevado de ella.
Mientras el ejército cristiano luchaba inútilmente por abrir una brecha en las sólidas defensas árabes, la bella hija del Caíd, rodeada de lujos y comodidades, se enamoró de un apuesto capitán del rey cristiano con el que se veía todas las noches gracias a una galería subterránea excavada entre el Alcázar y los terrenos del actual Monasterio de San Francisco de la ciudad Cosardala calleja de Mansaborá (Mansa-Alborada' vía le-acceso a la Fuente Fría).
El fingido amor del capitán era disimulado por los reiterados juramentos que todas las noches hacía a la enamorada mora, hasta que conoció la entrada y se hizo con la llave que comunicaba el Alcázar con la galería de salida de la ciudad. El fementido capitán, a las 12 de la noche de la víspera del día 23 de abril, festividad de San Jorge, rodeado de lo más selecto del ejército, se introdujo en el pasadizo secreto para atravesarlo, y abriendo la puerta de acceso al Alcázar segó la vida de sus guardias, mientras el grueso de las huestes cristianas, aprovechando el desconcierto originado y la oscuridad de la noche, derribaron la Puerta de Coria o del Socorro, bautizada así en la leyenda por la ayuda a los atacantes del Alcázar, y se apoderaron de la ciudad acuchillando a sus valientes defensores, que de no ser por tal engaño hubieran prolongado el sitio cristiano durante varios meses.
El Caíd, deshonrado por la traición de su hija, antes de morir en la refriega, la encantó convirtiéndola en gallina para que viviera permanentemente en la galería secreta, y al oír la primera campanada de las 12 de la noche de la víspera del día de San Juan saliera la enamorada dama en su forma femenina, con un séquito compuesto por una gallina de oro y doce polluelos del mismo metal, con plumas de zafiros, diamantes y otras piedras preciosas, para recorrer silenciosa y triste las calles viejas de la ciudad y el entorno de la Fuente Fría, hasta su recogida en espera del año próximo, siendo la creencia popular que al vecino que se apoderase de uno de los polluelos y lo llevase siempre consigo, la riqueza y prosperidad le acompañarían durante toda su vida.

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viernes, 9 de enero de 2009

LA CUEVA DE LA BECERRA

La existencia de la Cueva de la Becerra en el Calerizo de Cáceres, es recogida por Benito Boxoyo en 1794, de la que dice que: «nada tiene que atemorice, porque aun siendo de mucha extensión, se camina horizontalmente con la luz de su entrada hasta su fin, aunque no menciona su leyenda por inexistente en aquellos años, fraguándose posiblemente, en la primera mitad del siglo XIX por algún erudito local que no logró que calara en el pueblo y pasó casi desapercibida hasta nuestros días.


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Sólo un reducidísimo grupo de personas podría, hoy en día, explicar en qué se basa tal leyenda, pues nunca tuvo celebración popular, aunque seamos muchos los cacereños que de pequeños nos protegíamos del frío y la lluvia refugiándonos en el abrigo de la cueva en la víspera de Todos los Santos, cumpliendo con la tradición de asar las castañas.
La leyenda se sitúa en el día 24 de junio, fiesta de San Juan, con su noche de encantamientos y conjuros, y creadora de extraños sucesos como el de la Becerra, que a las 12 de la noche sanjuanera salía de la Cueva, y en trance de encantamiento, una vez fuera, dando estruendosos mugidos, según hacia el lado donde corriera, señalaba a los agricultores la dirección más frecuente del viento a lo largo de las cuatro estaciones, alertando sobre la pluviosidad o sequedad del año agrícola.
Se trataba de una leyenda basada en el cálculo del tiempo que iba a predominar durante el año próximo por el sistema ancestral de las cabañuelas.
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